sábado, 6 de agosto de 2011

La vaca flequillera y las primeras 3 estrellas Michelín

Pese a la falta de indicaciones de la chica de turismo de Dinan, nos vamosa buscar la sidra que habíamos probado en Combourg, cuya cava estaba de camino (¡ja!) de Erquy. Allí llegamos a las 12 menos 3 y la bretona de turno casi nos da con la puerta en las narices. Pero salimos de allí con botella de sidra (2) y sendas tazas (bolées).
la insistencia de P. nos hace aterrizar un momentín en una playa fluvial con zona de pique-nique en la desembocadura de ya saben ustedes qué río (sí, La Rance).

Y ahora es cuando llega lo del camello pastando junto a la carretera y el amago de ataque al corazón. De la impresión doy un volantazo y del ataque de risa casi me pierdo el resto.

Porque el ataque se nos pasó rápido, al ver también un león, varias avestruces, llamas, cabras, un caballo vaca y una vaca flequillera. Lo normal.

Resulta que es que llegaba el circo al pueblo. Gran operación de márketing, vivediós.
Casi a las 2 de la tarde nos ponemos a buscar en Erquy (pueblo de nulo interés) lugar donde tomar la joya de la corona, la vieira o St. Jacques. Satisfecho este deseo (más una raya deliciosa con mantequilla y alcaparras) y habiendo, por fin, probado los bulots, nos decidimos a seguir ganándole tiempo al horario previsto y acercarnos a Cap Fréhel (las primeras 3 estrellas Michelín que nos auguraba la guía en nuestro viaje).
La lluvia nos respeta y comprobamos que las estrellas son merecidas. Faro, grandes acantilados, bonito paseo con vistas a Fort La Latte... millones de personas.

Con todo, convenimos que parte de las Rías Altas y de la costa cantábrica no tienen nada que envidiar a esas estrellas [dos orejas y rabo serían en la guía Osborne por inventar].
No sé si ecológicamente es o no razonable, pero allí es costumbre coger piedras y hacer con ellas montañitas. Es como los castillos de arena, pero algo más estable (como toda la región, por otra parte).
Me quedé embelesado con esta niña haciendo su montañita. Encantador, ¿no?

Por cierto, la gente cuando sale de casa, ¿sabe adónde va?

Seguimos (en coche, aunque el Sendero de los Aduaneros, el CR34 permite hacerlo andando) hacia Fort La Latte, sin entrar en él.
Castillo (reconstruido, P. dixit. Es que P. está pelín obsesionado con las cosas reconstruidas y dice que donde esté una ruina... Eso sí, luego no le digas que está hecho una ruina) con puente levadizo, al borde del mar, bastante bonito.

Y, después, a la microhabitación del Hotel Le Trécelin (con piscina chauffagée en la que me doy un reparador chapuzón).
Cansados, dudamos si precipitarnos de nuevo a Erquy a disfrutar de la fiesta del mejillón o si ir a un Super U a comprar algo para cenar.
Preguntada la señora del hotel, nos hace desistir de la segunda opción porque, según ella, todo cierra a las 7.
Así que nos decidimos por bajarnos a Erquy y, de paso, aprovechar para comprar en el Super U que, efectivamente, cerraba a las 8. Viva la información bretona.

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