Y en una de esas llamadas telefónicas que cambian las cosas, a P. se le viene a la cabeza una viejérrima idea que había estado latente un decenio y que, por esas cosas de la vida, que diría Enrique Urquijo, un día revive y en tres minutos toma forma y en diez te tiene pegado al googlemaps a ver cómo organizarlo y en veinte ya se llama "nos vamos a Bretaña diez días con la excusa del festival intercéltico de Lorient".
Conocimiento previo de Bretaña: cero; conocimiento previo de la idiosincrasia bretona: cero; conocimiento previo del folclor bretón: cero. Deseos de pasar de esos ceros a los correspondientes infinitos: infinitos.
Y, así, de la frustración, nació el viaje.
Primer grandísimo acierto: decidir que en lugar de darnos la panzada de coche, con nuestros puntos de iberiaplús nos cogíamos un vuelo a Nantes (presque Bretagne, según se verá luego). Aparte de ahorrarnos la kilometrada, una vez allí nos dimos cuenta (ahora utilizaré a menudo el plural no mayestático para implicar a P. en el relato) de que nos habíamos ahorrado también el cojo-atasco (llamado también cojo-bouchon) del 15 de agosto. Creo que hoy, 20 de agosto, aún hay gente de aquel día intentado entrar en París.
El resto de entradas ya tendrán una parte muy importante del propio relato del viaje, escrito durante el mismo en cuaderno al efecto con lápiz del hotel de Rennes. Añadiré algún dato útil para posibles viajeros, pero todo estará trufado de las vivencias diarias, ésas que, si no has estado allí, cuando las lees no tienen la gracia o la intensidad con que uno las escribió. Pero al fin y al cabo, esta es mi crónica, nuestra crónica y vuecencias no estuvieron allí, aunque igual, si completan la lectura, lo hubieran deseado.
El día 2 de agosto, preparando la maleta, en el iPod empezó a sonar esto.
Pronto cambiaríamos el repertorio.
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