jueves, 11 de agosto de 2011

El Gran Hermano celta

11 de agosto
El gran día celta.

Qué diáspora, mon dieu.
Llegamos a Lorient como a las 12, 30. ¡Encontramos sitio para aparcar sin subir el coche a la acera! y resulta estar a 50 metros de la zona del festival (a veces, la ignorancia tiene consecuencias inesperadas). De momento, ante la previsión de ver mucho perroflauta, decidimos traducir la palabra al francés y denominarlos chienflute (pronúnciese shianflittt).
El asunto resulta consistir en unos 120.000.000 stands (stand más, stand menos), algunos más chienflúticos que otros y bastante más ambiente de festival del que nos habíamos imaginado, con grupos tocando en todos los rincones y montones de personas, sin resultar insoportable (de hecho, era mucho más insoportable caminar por Cap Fréhel o Pen-Hir).

Descubrimos que la Isla de Man es famosa por sus sopas y ensaladas de zamburiñas (petoncles, en francés).

También supimos que Asturias duerme hasta la noche y que Galicia no descansa.

Ah, y que falar galego en el festival de Lorient hace que te inviten a una ronda de licores y a un café comodiosmanda.
Nos decidimos a ir a las 14,30 a un concierto del Bagad de Lann Biohué y de los asturianos Trebeyu, vistos el día anterior, pero a gran distancia. [para los no iniciados, el bagad es la formación folclórica bretona por excelencia. A diferencia de las irlandesas, gallegas y asturianas, el bagad incluye además de la gaita y la percusión, la famosa arma de destrucción masica, la bombrada que le da, claro, un sonido más que peculiar]. El tal bagad de Lann Bihoué es un grupo de marinos muy graciosos, con su camisetita con ancla y con un director de orquestas, digamos que ligeramente amanerado, pero muy efectivo en su tarea.

Concierto, en bretón, se dice Tres-horas, con lo que en este caso lo tenían fácil los grupos porque había una hora para cada uno. La segunda la copó Trebeyu, que, nos dijeron, significa loisir, o sea, ocio.
bonitas jotas, sobre todo la última con las zocas puestas (madreñes, en bable).

Los últimos en actuar eran los del coro de viejas glorias que nunca lo fueron del País de Gales, a los que no les dimos ni una canción de cortesía.
A la salida, de vuelta un ratín a la excelente carpa galega en el que vimos cómo un dúo musical tomaba el pelo al abundante público, presente, especialmente a los no españoles.
Luego dedicamos un par de horas a pasearnos por los stands, comprobamos que algunos ya no estaban para muchos trotes,

esquivamos a algunos perroflautas tragafuegos y subimos hacia la zona del concierto de la noche, donde había un pub irlandés de cuyas camareras, por supuesto, nos enamoramos.
A la salida, se puede decir que ya no hacía muy bueno, pero, pese a todo, nos dirigimos a un restaurante y aceptamos mesa fuera como animal de compañía para la cena, dado que yo ya le había pedido matrimonio a la camarera.
Toda una experiencia la de comer mejillones bajo la lluvia [preservemos la identidad de P. por si la gendarmería aún anda tras nuestra pista después de nuestro paso por Lorient].

Eso sí, los del restaurante, muy majos, nos invitaron a una caña por las molestias. Mi prometida se puso muy triste cuando nos fuimos.
El plato fuerte de la noche eran los Chieftains et amis.
Un concierto bastante entretenido (con un señor vaca bretón bastante imbécil que iba más a amargarse que a disfrutar en el concierto, pero uno tiene vistos ya tantos de esos...). En él supe de Paddy Maloney, de Carlos Núñez, al que nunca había visto en directo, de un mariachi bastante divertido y de un harpista mexicano a lo kunaguero.
El primer bis incluyó la frase del concierto, algo así como "this is your great moment" y, con una danza tradicional bretona, puso al público a hacer manitas. Efectivamente, fue empezar la danza y entre la multitud empezaron a abrirse paso filas de bretones cogidos de los meñiques.

Están locos estos bretones.
Después del concierto, nos fuimos a tomar la penúltima a un pub irlandés que P. había descubierto el día anterior, el Galway Inn. Y hete aquí que 15 tipos de lo más peculiar, desde un niño de no más de 12 años, virtuoso del flautín o varios señores ya muy mayores que le daban al violín o al clarinete, hasta un tipo, primo del de The Communards que tocaba ecscelentemente el banjo.

Nos deleitaron con una jam session muy chula, que junto al hurto de tres vasos de pinta de Guinness, constituyó un perfecto fin de fiesta al Gran Hermano celta.
A las 3 de la mañana ya iba haciendo falta ponerse un shaquetón (póngase la boca así, como de piñón, y hágase según la pronunciación de mi querida Chechi, que tanto gustó a P., que a cada poco se lo oyes decir).
Por cierto, efectivamente, como alguien dijo, Lorient tiene el mismo encanto que un parking.

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