jueves, 4 de agosto de 2011

Mont Saint Michel y los carros del parqueo

Como digo, P. exclamó, a eso de las 18,45 del 4 de agosto en el Café Noir, ante una exquisita Affligem de barril: no hay huevos.
Pero los hubo. Y aparecimos en el Mont Saint michel así como a las 8 y pico de la tarde. La primera visión de aquello, aún a kilómetros de distancia, pequeñito, resaltando en la planicie, me provocó una impresión similar a mi primera visión de Venecia: algo ianudito, irrepetible, singular, inefable. Me cogió un así en el pecho y me invadieron las ganas de llegar.

Basados en nuestro desconocimiento del lugar y porque estábamos con fuerzas renovadas, dejamos la voiture en el último hotel antes de llegar, como a unos 20 minutos andando (algo de lo que no nos arrpentimos, porque ir viéndolo cada vez más y más grande merece la pena del paseíto).
Montones de roulottes perrofláuticas [aún no teníamos la traducción al francés] y cientos de coches después, llegamos al castillo de jarripóter.

Los 9 euros valen desde luego la pena. Visita nocturna, con músicos en diversas estancias y, además, con el privilegio de ver la puesta de sol desde la abadía, que es bastante emocionante.



Eso sí, ni un folleto, ni un mural en el interior, cero información.
Precioso recorrido entre velas y luces bajas, la iglesia, el claustro, la llovizna. Merece la pena y sí, se gana las 3 estrellas.

Y al salir, 2x1, es el momento de la subida de la marea (ese día subía 13 metros y pico).
Dos mensajes por megafonía en 5 idiomas (si sonsideramos como idioma el español empleado, que incluía las palabras carro y parqueo y una ilación gramatical de 3º de básica) para que los incoscientes que han dejado sus vehículos en los párkings de abajo hagan el favor de hacer el favor de llevárselos.
La marea sube a todo filispín y es impresionante, porque se la oye subir, como quien abre el grifo de la bañera. Es brutal.
Fotos nocturnas,

lluvia de vuelta (nuestra cada vez más familiar mantita bretona) y a dormir a la 1.
A-go-ta-dor

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