lunes, 8 de agosto de 2011

Un tipo très brut, los calvarios bretones y la grande boucle de Huelgoat

8 de agosto
Comienza el 5º día completo y lo hace con terneritos y creèpes y despedida de la señora enjuta [de Plouégat-Guerand]. Es el día de los enclaves paradisíacos (o sea, enclos paroissiaux, o sea, parroquiales).
Y a P. le preguntas si se ha cambiado los calzoncillos y te dice que las 10 y cuarto. Así que, en una farmacia compramos un remedio, esperamos, para el bouchon de su oído [por cierto, cerumen se dice igual en francés].
Antes de nada, teníamos pendiente la visita a una afamada cava de sidra, la de Kervéguen, que, se´gun su publicidad, podía visitarse. Nada más entrar, un tipo calvo de 2 metros, sin siquiera mirarnos nos dice algo, creo que en bretón (o en euskera) y nos manda a la habitación contigua a que observemos el tongo de cava y a que nadie nos explique nadadenada. Luego, un cartel guiaba a un palomar del siglo XV. ¿Tú lo has visto? Pues eso.
De vuelta a la tiendita me preguntaba yo si la sequedad de la sidra sería equiparable a la del tipo ese [creo no fue aquí, pero tanto da, cuando empezamos a equiparar la cualidad de la sidra seca y la muy seca a la cualidad de burro, o muy burro, de uno mismo, pasando a ponernos brut o très brut en cuanto nuestras cualidades masculinas se exacerbaban por cualquier motivo. Es complicada la explicación sin resultar ofensivo, así que, para más información, Cadena COPE].

Saint Thégonnec, con un osario muy destacable;


Guimiliau, con un calvario de más de 200 muñecos


y Lampaul-Guimiliau, con una pasión (¡barroca!) en madera brutal realmente son lugares especiales.


Pequeñitos pueblos, pero con ese trozo de peculiaridad que los hace únicos en el mundo. Mejor ver.
Intento nº 1 de comer: pizzería anunciada por la carretera en la Feuillée, cerrada
Intento nº 2 de comer: crepèrie en Commana, que pa qué va a abrir en pleno agosto.
Pues, hala, a intentarlo en Huelgoat. Y, ¡sí!, con mejillones. Eso sí, entramos en el pueblo los últimos, porque detrás de nosotros lo cerraron por mor de una carrera ciclista. Una pena que la previa no estuviera acompañada por danzas bretonas de meñiques entrelazadados.


Era uno de esos días en que el senderismo quería ser medio protagonista y nos las prometíamos muy felices con nuestro paseo por el bosque de Huelgoat, plagado de leyendas sobre el Rey Arturo...y plagado también de gente. Ah, y, cómo no, nuestro paseo dos namorados...



Con todo, damos una agradable caminatilla de una hora y volvemos rodeando el bonito lago, mientras la grande boucle, la serpiente multicolor, los esforzados de la ruta, continúan dando vuelta tras vuelta.
Para culminar el recorrido de los calvarios parroquiales paramos en Pleyben, con un calvario realmente potente y una iglesia con destacables torre, vidriera y, algo menos, cúpula.


Tras el último enclos paroissial, el de Pleyben, y previo a la llegada a Douarnenez, hicimos parada en Locronan, la primera villa que vemos en este viaje de las más bellas de Francia (l'un des plus belles villages de France. Pronúnciese: landeplibelvilásdefrans o déjese el asunto aparcado).
Antes, dedicamos unos minutos al tongo nº 2 del día, tras el de nuestro amigo sidrero très brut. Así, hicimos cumbre en unos vertiginosos 289 metrazos de altura... sin vistas. [Ahórrense la visita a la montaña de Lcronan, salvo que sean muy devotos de la virgencita que mora en tamañas alturas (en ese caso, por cierto, avituallen bien el campamento base y vayan provistos del imprescindible oxígeno y los expertos sherpas)].
Pero no pasó nada. Locronan mereció la pena, bien cuca ella, sobre todo si tienes la suerte de visitar la iglesia justo en el instante en que el sol remata sobre la tumba allí presente. Y una destacable tienda de produits régionaux con cientos de cervezas, mermeladas, galletas, personas...



El día remata en Douarnenez, pueblecito marinero, turístico, en el que conseguir una plaza hotelera fue poco menos que heroico. El hotel La Bretagne nos cae muy cerca del puerto que da a la ría. Como era la hora de cenar, nos vamos al otro puerto, más de pescado, que da al mar, a cenar una rica brocheta de vieiras y unas no menos ricas sardinas.
A eso de las 10 sólo a nosotros pudo ocurrírsenos un lunes querer tomar algo. Tras tres intentos, adornados por el hostelero local de turno con diversas negativas: "pas, pas, pas, pas...", "c'a terminé" o "c'est soir, une boisson?... mais, no", acabamos dándonos un rulo por Douarnenez, que en bretón también significa Pueblo-Fantasma y decidimos irnos a la cunita en nuestra pequeñita habitación de nuestro lindo hotel marinero.
Están locos estos bretones.

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