domingo, 7 de agosto de 2011

Un tongo y una señora enjuta. Bretaña cierra pronto

Ese día queríamos ver la famosa Costa de Granito Rosa y su endroit más remarcable parecía ser Ploumanach. Vale, el sitio en sí y su granito rosa no son un tongo en sí, de hecho la costa es bastante bonita y las formaciones rocosas son curiosas y el tiempo acomapañaba de manera fantástica,

pero el hecho de que cientos de miles de millones de personas te acompañen por la randonée costera (sentier côtier), pues, qué quieres, le quita bastante encanto, hasta el punto de odiar a la humanidad toda. [Nuestra guía Osborne incluirá una división de estrellas según la época del año en que se visiten los lugares. ¿es o no fundamental? ¿Eh?]

Atardeciendo como estaba y siendo una casa rural el lugar de destino, no quisimos que se nos hiciera muy tarde para llegar al alojamiento.
Éste se encontraba en Plouégat-Guerand, que en bretón significa Pueblo-Fantasma. Tras no preguntar a varios grupos de unexistant nativos y de que Pili (el gepeese) fuese incapaz de ayudarnos, nos aventuramos por un camino que daba a un Bed and Breakfast sin nombre. Ante la falta de alternativas, nos metemos a preguntar. Nos sale a recibir (tras varios minutos de allo! y bonjour!, un clásico ya) una señora muy enjuta que me pregunta directamente que qué hacemos ahí. Le digo que biscamos un lugar llamado Le Guerrand. Cara de pasmo. Le digo que si conoce a Therèse Baron, la persona que firmaba los emails que le enseño. Cara de pasmo x2.
Es ella y el sitio, el que buscamos (pa qué anunciarlo, si total está en medio de la autopista).
Como no daba crédito, le enseño la conversación mantenida por email y le digo que queremos dormir ahí, que tenemos una reserva confirmada por ella personalmente.
Pour tout l'été???? (¿Para todo el verano?) A la señora, los ojos le hacían chiribitas. Yo, alucinando.
Menos mal que pude demostrar con los emails la tortuosa historia que le contaba y, sobre todo, menos mal que le había quedado de coña esa misma tarde una habitación libre para hoy, porque la mujer no nos tenía apuntados.
Con la habitación que nos dio, se podía hacer media docena de las del hotel de la noche anterior y aún quedaba sitio para bailes de salón.
Pero lo impresionante de verdad era la finca, que aparte de vacas, pacas cilíndricas a millares y montones de manzanos, incluía un chateau en ruinas absolutamente misterioso y decadente.



Tras un paseo por nuestros dominios, nos dirigimos a Morlaix, donde nos esperaban un gigantesco viaducto de dos pisos, las clásicas casas de entramado (y otras, novedad, cubiertas de lajas de pizarra), una cerveza bretona bastante rica, una plaza lindísima (Place Allende) con, cómo no, un inmenso mega parking para chafar las fotos y una muy adecuada cena.

Tras ella (pongamos que eran ¡las 10!) buscamos infructuosamente un local anunciado en las guías locales llamado Les Flutes Celtes. Quizá no lo vimos porque las luces de los pueblos nos cegaban al pasar y, tras desistir, nos retiramos a nuestros aposentos de la señora enjuta (Le Guerrand, se llama, pero da igual porque no aparece el nombre en ningún lugar) sito en Pueblo-Fanstasma.
Pero, ¿a que el sitio es bien bonito?

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